Testimonio y reflexión:
Tiempo de ser joven y tiempo de envejecer
Eclesiastés 11:9-10: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días
de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus
ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. Quita, pues, de
tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la
juventud son vanidad”.
Doy gracias a Dios primeramente por tener esta oportunidad de transmitir un
pensamiento y reflexión, esperando que impacte en tu vida como joven creyente
en Cristo.
Mi Salvación
Hace 31 años que Dios me llamó a la Salvación y estar inscrito en el Libro
de la vida. Provengo de una familia de creencias católicas y mi padre es el
único que ha tenido contacto con el evangelio, cuando era niño, y acompañaba a
su madre a los cultos en domicilios particulares en tiempos del franquismo. Recuerdo
que mi abuela, la madre de mi padre, me encontró un día leyendo mi Biblia y me
preguntó: “¿Qué estás leyendo?” Le dije: “La Biblia”. Me pregunto: “¿Por qué la
lees?” Y entonces le pude testificar que Dios me rescató de mi vana manera de
vivir y me dio vida juntamente con Cristo. Sus palabras fueron: “Has escogido
un camino muy difícil, pero a la vez muy bonito, y vale la pena caminar en él”.
Después de esto leíamos juntos la Biblia todos los días.
Mi familia era una bien estructurada, con valores éticos y
morales,siendo yo el segundo de tres hermanos con una buena relación entre
nosotros. Crecimos en un pueblecito, pero por circunstancias de trabajo, mi
padre tuvo que emigrar en esos años difíciles que corrían; mi padre estuvo un
tiempo solo sin tener contacto con nosotros, pues por aquellos años no existían
las telecomunicaciones que tenemos hoy en día. Para poder sacarnos adelante
estuvimos viajando de un lado para otro durante algunos años por motivos de
trabajo, pero la mayor parte de nuestra niñez la pasamos en nuestro pueblo de Albacete,
y en Menorca (Islas Baleares). Después de algunos años salimos hacia Elche (Alicante)
y nos tocó adaptarnos a otro lugar y nuevo hogar. Aquí en Elche, pasados unos
años, fue donde Dios extendió su mano para encontrarme con Él. Tengo que decir
que yo era una persona atea,maldecidora y también blasfema, malhablada, y
llevaba una vida que no agradaba ni a Dios ni a mis padres. Tenía amistades de
todo tipo: toxicómanos,lesbianas,homosexuales, y amistades con malas
influencias; mis padres estaban muy preocupados de cómo acabaría mi vida; tuve
la cocaína y la heroína en mis manos, y otras drogas, pero jamás caí en ellas; tampoco
en el vicio del alcohol ni en los juegos,pero sí en ocasiones en la prostitución.
Aún en mi rebeldía con mi Creador, Él se preocupaba por mí. Después de un
tiempo fue cuando Dios vino a buscarme de una vez por todas para convencerme de
mis pecados y transgresiones. Era un joven con veintitantos años, activo y
extrovertido que lo único que buscaba eran los placeres de la vida.
Un día, pasando cerca de una frutería, vi que se organizaba un viaje de fin
de semana en Andorra; sin dudarlo saqué el billete con la sorpresa de que sólo
quedaba uno. Aquí empiezo a ver a Dios organizar y predestinarme para ser hijo
adoptado suyo por medio de Jesucristo (Efesios 1:5). Como dije antes, era un joven muy extrovertido; quería
conocer gente y tener muchos amigos. El autobús estaba completo y entre los
pasajeros también había jóvenes de mi edad, y me decidí a presentarme para
conocerles. Entablamos comunicación entre algunos de nosotros, y de regreso a Elche
les pregunté qué hacían los fines de semana. Cuál fue mi sorpresa cuando me
dijeron queasistían a reuniones en una iglesia. “¡Caray!”, me dije, “¡Iglesia!
¡Vaya! Esto no va conmigo; mejor me alejo de esta gente no vayan a comerme el
coco”. Eso fue lo primero que pensé, pero tenía curiosidad por conocer qué era
todo eso de reunión en la iglesia: jóvenes, juegos, música, cenas, meriendas, salidas
de excursiones, y cómo no, chicas; allá voy para verlo con mis propios ojos.
Pero Dios tenía otro plan y propósito para mi vida, que no era ese. Tras
asistir en varias ocasiones a los cultos de predicación, me volví más al mundo
para buscar los placeres que el mundo me ofrecía sin privarme de nada, y sobre
todo sin pedirme nada a cambio; escuchaba al predicador decir que tenía que
entregar mi vida a Cristo y arrepentirme de mis pecados; me sonaba un poco
extraño: ¿Yo, arrepentirme de mis pecados? ¡Pero si soy un buen chico que no se
mete con nadie, y sólo quiero pasarlo bien y nada más! Así estuve unos
meses,asistiendo a la iglesia y escuchando las predicaciones, pero mis
pensamientos y mis ideas no estaban allí, sino en disfrutar de loque el mundo
me ofrecía, y lo demás para mí eran cuentos chinos.
Pasados unos meses, los jóvenes y pastores me hablaron de un campamento en
Guadalajara (Monte Calvario Campamento Bautista); que ese lugar era un lugar donde
cambiaría de ideas y lo que pensaba de todo lo que estaba viviendo. Desde luego,
fue así; al pisar suelo del campamento sentí una paz que en el mundo no llegué
a experimentar y luego el ver cómo la gente tenía algo que yo no tenía, me
impactó tanto que ya no echaba de menos las cosas del mundo durante la semana
que duró el campamento, pero mi dureza de corazón podía más que las
predicaciones, los himnos cristianos, la comunión y el buen ambiente que allí
se respiraba, donde cantaban todos juntos y tenían comunión los unos con los
otros.
Pero no
me daba cuenta de que Dios estaba al control de
todo. Pasando la semana, mi corazón seguía endurecido sin arrepentirme de mi
vida pecaminosa. Llegó el jueves y después que el pastor Miguel Casillas predicase
sobre el destino de los incrédulos, que irán al infierno, mi corazón se rompió.
Después del culto salí fuera del comedor y anduve por las cercanías del campamento,
hablando con Dios, y me arrepentí de todos mis pecados; me arrodillé y pedí a Dios
perdón. Le dije al Dios de la Biblia que entrase y limpiara todos mis males que
cometí en mi vida pasada contra un Dios santo. Entonces nací de nuevo (Juan 3:3-7). El pastor Pablo Bixby me
encontró en el suelo de rodillas y llorando como un niño. Compartió un versículo
conmigo que no olvidaré: Juan 6:37,
“todo lo que el Padre me da,vendrá a
mí,y al que amí viene, no le echo fuera”.
Cuando recibí a Cristo en mi vida todo cambió; lo primero fue el deseo de
conocer la Palabra de Dios. Querer aprender de Jesús fue lo primero, y
alimentarme de la Palabra mi prioridad (no era de extrañar el hambre que tenía
de Dios, de llenar el vacío que tenía en mi alma muerta - Ezequiel 18:4).
Cuando volvimos del campamento era como ir a la guerra en primera
línea de batalla (1 Timoteo 6:12).
Entonces me dije: “¿Esto que me está pasando, qué es? Antes me mofaba del
pecado y ahora lo rechazo para agradar a Dios; yo era un blasfemo que no quería
saber de estos temas y ahora estoy en esta lucha espiritual (Efesios 6:12). Esto no puede venir de
mis propias fuerzas, sino del mismo corazón de Dios”. Era constantemente
tentado (Santiago 1:13-15), y
mi naturaleza pecaminosa era todavía latente en mí (Efesios 2:3).
Mi Alejamiento Espiritual
Después de unos años crecí espiritualmente, pero también caí en pecado por
mi viejo hombre que todavía quería dominar la situación anterior. Memoricé
versículos para poder utilizarlos contra los ataques de Satanás y así fortalecer
donde más estaba debilitado.
Pasado algún tiempo volví a caer en los mismos errores que dominaron mi
vida pasada y me olvide del Aquél que me llamó de las tinieblas a su luz
admirable (1 Pedro 2:9). Tomé malas
decisiones que otra vez cambiaron el rumbo de mi vida y me aparté de Jesucristo;
perdí el gozo de la Salvación, dejé de orar, leer la Palabra y de reunirme en
la iglesia con los hermanos y disfrutar de la hermosa comunión unos con otros.
Me uní en yugo desigual varías veces, e hice caso omiso de las escrituras (2 Corintios 6:14). Lejos de Dios
eres como un pámpano que no da fruto, y con el tiempo es arrancado, cortado, echado
fuera y quemado (Mateo 7:19), y
eso fue precisamente lo que ocurrió. Tuve algunas relaciones amorosas; otra vez
me uní en yugo desigual, y cada vez eran peor las relaciones; duraban poco
tiempo y acababan mal. Recuerdo que a algunas de las chicas con las que tenía esas
relaciones intente llevarlas a la iglesia para que escucharan el evangelio, pero
ninguna tomaba la decisión de entregarse a Cristo. Entonces yo era arrastrado
por sus ideas y sus filosofías que nada tenían que ver con la palabra de Dios (Efesios 2:2).
Así fueron pasando los días las semanas, los meses y algunos años. Un año
volví a asistir al campamento, no recuerdo por qué, pero conocí a una chica allí y congeniamos
bien, no era como las otras veces, eso sí lo recuerdo. Luego empezamos a salir,
pero vivíamos a mucha distancia el uno del otro y eso no acabo del todo bien. Mi
relación con Dios se encontraba en punto muerto. Cada vez mis relaciones con
mujeres eran de más corta duración; otra vez sentía ese vacío; me volví
indiferente al Evangelio y perdí el interés por lo espiritual. Cada vez que me
alejaba más y más, se cumplía en mí la escritura: “el perro vuelve a su vómito” (2
Pedro 2:22). Una y otra vez caía en los pecados de los que Jesucristo
me sacó y me apartó.
Después de un tiempo conocí a mi esposa y nos casamos, pero otra vez en
yugo desigual; siempre desobedecía las Escrituras y también pagaba las
consecuencias de mi desobediencia. Mi vida ha sido un sinfín de decisiones
incorrectas, sin poner en oración y sin tener en cuenta a mi Dios. Ahora,
después de pasar pruebas, disciplina y castigo del Señor como el padre al hijo
a quien quiere (Proverbios 3:12),
sé que Dios siempre estuvo conmigo; el que se alejaba era yo, sin duda alguna.
Mi Peor Decisión; Por la Cual Dios
Me Volvió a Él
Mi esposa se quedó embarazada y esperábamos nuestro primer hijo, pero otra
vez Dios intervino para llamarme la atención por esta prueba: el hijo que
esperábamos no venía bien de salud y tomamos la tremenda decisión de no tenerlo,
pero con una amargura dentro de nosotros tal que busqué a Dios por mí
mismo para arrepentirme. Junto con mi esposa, nos arrodillamos y pedimos
perdón por nuestros actos y decidí asistir a la iglesia, orar y buscar la
voluntad de Dios en su Palabra. Por segunda vez, mi esposa quedó embarazada y
esta vez venía vacío, sin feto. Por motivos de salud, decidimos que mejor sería
dejarlo estar y no buscar por tercera vez el hijo que tanto deseábamos.
Empezamos a recibir estudios de la palabra de Dios por el pastor Samuel y
su esposa en su domicilio, y también lo recibíamos en nuestra casa. Con el
tiempo ella empezó a entender un poco las Escrituras y decidió aceptar a Cristo
como su Salvador personal. ¡Qué alegría, la mía! La oración presentada al Señor
fue contestada; asistíamos a los cultos, nos reuníamos en casa del pastor, etc.
Una noche le pedí a mi esposa que nos arrodilláramos juntos y que orásemos
pidiendo dirección para el tema de concebir hijos y lo pusimos en las manos de Dios
para que dirigiera el asunto de ser padres. Después de un tiempo, la oración
fue contestada por nuestro Dios y mi esposa se quedó embarazada de un niño. Llegó
la hora de dar a luz y todo fue bien; por fin teníamos en nuestros brazos lo
más esperado: un hijo. Decidimos llamarle Ismael, por su significado: Dios oye, Dios ha escuchado, Dios oye tu
súplica, Jehová ha oído tu aflicción.
Mi Última Prueba
Nuestro hijo está creciendo… Pero después de cumplir cuatro años nuestro
hijo, en diciembre de 2016, una prueba me sobrevino (Santiago 1:2) a consecuencia de un accidente laboral fui ingresado
en el hospital de urgencias, e intervenido quirúrgicamente para no perder la
vida por el poco tiempo que tenía para ser operado, pero gracias a Dios en todo
momento confíe en mí Señor y me puse en sus manos para que decidiera qué haría
conmigo (Filipenses 4:4). En su
inmenso amor y su gran misericordia, hoy estoy aquí vivo con otra segunda
oportunidad para servir de verdad de corazón sincero y con decisiones correctas
puestas en oración delante de Dios para ser dirigido por Él. Tres veces he
nacido: la primera cuando me dio a luz mi madre, la segunda en el nacimiento
espiritual, y esta es la tercera vez.
Mi Reto Para Ti
Joven, dice el dicho popular: “Juventud, divino tesoro...” Yo añadiría: Vosotros
sois tesoro de Dios, tesoro de vuestros padres y tesoro de tu iglesia (Éxodo 19:5). Estáis en la mejor edad,
pero también en el peligro de tomar las decisiones que cambiarán el rumbo de
vuestras vidas para bien o para mal como creyentes y como personas.
Reconoce a Jehová en todos tus caminos (Proverbios 3:6); no te apresures en tomar decisiones
incorrectas para no tener que arrepentirte porque las tomaste mal y te
llevan a una situación en la que no quieres estar, porque en su tiempo te
dejaste llevar por el corazón engañoso o por tu intuición (Jeremías 17:9).
Si tuviera que volver a nacer y pasar otra vez por la juventud, diría “no”
a tantas y malas decisiones que tomé y que me llevaron a situaciones incomodas;
pero todo era dirigido por el mismo Dios para abrir mis ojos y encaminarme al
camino correcto que es Cristo y su perfecta voluntad para todos y cada uno de
nosotros.
Muchos jóvenes han pasado por la iglesia a la que asisto desde hace muchos
años; jóvenes que prometían ser futuros misioneros, pastores, evangelistas y obreros
para llevar las buenas nuevas del Evangelio de Salvación; pero muchos quedaron
en el olvido y ahora están en el mundo como cualquier incrédulo. Es
lamentablemente porque tomaron decisiones como las que tome yo en ese tiempo, y
esas decisiones vienen del mundo sin tener en cuenta al Creador.
Se dice que es de humano cometer errores, y después de estos,
rectificar es de sabios. Claro que es de humanos, pero nosotros que
tenemos al Espíritu Santo de Dios, si el Espíritu nos guía (Gálatas 5:18), ¿por qué no le escuchamos?
¿Acaso seguimos siendo y actuando como carnales (1 Corintios 3:1-3, 2 Corintios 10:4, 1 Pedro 2:11), como
incrédulos y como el mundo que no reconoce a Cristo como su Salvador? Creedme
si os digo que las peores decisiones de mi vida las tomé siendo ya creyente en Jesucristo
y también las peores consecuencias recibí como disciplina. ¿O va Dios a
dejar que sus hijos se pierdan otra vez en el mundo? El mundo corre hacia una
perdición donde no hay marcha atrás y en la que solo, y repito, solo Jesucristo
salva al pecador perdido (Lucas 19:10). Todos los que en verdad hemos
nacido de nuevo por la obra redentora de Cristo Jesús en la Cruz del Calvario y
por Su sangre derramada hemos pasado de muerte a vida (Juan 5:24). Deberíamos
ponerlo todo delante del Señor y esperar en Su perfecta voluntad.
Joven, hombre o mujer: Espero que ahora mismo pongas en orden este tema,
que me preocupa como joven que también fui. Reflexiona sobre lo que hoy has leído,
y si estás caminando en otra dirección que no sea el camino estrecho que te
lleva a la vida eterna, entonces te digo: Desiste de tu actitud; solo
conseguirás amargura, descontento, vacío y una tremenda culpa ante el Tribunal
de Cristo.
Quizás han sido duras mis palabras y yo no soy el más indicado para decir y
exponer todo esto hoy aquí, pero esta es la realidad de lo sucedido. Queridos
jóvenes, la juventud es también para el Señor; toda nuestra vida es de Él,
hasta que nos encontremos con nuestro Salvador cara a cara.
Que el Señor os bendiga ahora y siempre,
MSL
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